Por Bego
Las discusiones sobre la cárcel y el sistema represivo son esporádicas y poco profundas. Manejadas desde lo mediático y espectacular, como casi todos los debates en esta sociedad, salen a la luz permanentemente de la mano de abusos de las fuerzas represivas.
Cada vez que se destapan estos escándalos, huye el cadáver político, se minimiza el hecho y a las dos o três semanas el tema desaparece. Entre los que opinan en el debate están quienes se suben al primer bondi que diga “mano dura”, “servicio militar obligatorio” o “baja de la edad de imputabilidad”. Muchos de ellos practican la seguridad autogestiva, el diálogo y la cooperación entre vecinos; pero cuando tienen que llamar a la policía no les tiembla un dedo, sabiendo que la policía ES la mafia, ES La trata, ES el tráfico o, al menos, es un engranaje más de una larga cadena de “dejar hacer” con gran comisión sobre estos negocios. En nuestro país, a diferencia de otros, hay un gran desprestigio de lãs fuerzas represivas. Su historia y coherencia nos há enseñado a todas las clases los manejos mafiosos en que incurren, palpables cuando sale cualquier tema que los tenga en relación, donde a veces ni los mismos policías confían en su institución.
Para el progresismo, en cambio, la seguridad es un tema que prácticamente no se trata. Acampan frente al Palacio de Justicia por los desaparecidos de los 70 y no mueven un dedo por los presos torturados HOY. Los “progres” esperan una policía más cívica mientras victimizan a quien roba unas zapatillas diciendo que “no tiene otra opción”, despojando a los pobres de la voluntad de cambiar su situación. Este vago análisis tiene una raiz común: un determinismo social y económico que mantiene a los dominados en su lugar, incapaces de cambiar nada por sí mismos. Así llegan a victimizar a los violadores, argumentando que un contexto determinado te hace violín y que más educación podría cambiarlos. No es una cuestión de educación, es un problema psicológico en que sólo se obtiene placer sometiendo a otra persona, y es incubado em familias de cualquier clase social. Como sostenemos con nuestros afiches y nuestra acción, la laucha, El violín y la policía son jerarcas: nos imponen su voluntad y su poder para satisfacer sus deseos inmediatos, logrando que nadie más que ellos ocupe la calle.
La cárcel es, y lo sabemos todos, um verdugueo a la dignidad humana, visible en vídeos de torturas, habeas corpus presentados, cifras de presos muertos, etc. Se estigmatiza a los presos con algunos mitos aberrantes, como que se violan todos al violador cuando este llega y que el 99% de la población carcelaria tiene SIDA. Pero, ¿a quién le importa hablar seriamente de los presos? Mejor dicho, ¿quién respeta a los presos? Si cada vez que ocurre un asesinato, que es una situación injusta, se sale a PEDIR justicia y se espera “que se pudran todos em la cárcel”. Este sistema pretende justamente que acudamos a esa justicia, la de la venganza y el conformismo, la de no cambiar las cosas.
La “opinión pública” que transmiten los médios pide sin cordura más cárceles, más condena, más policía, más represión. Cuando salen los presos de la cárcel y no se “reinsertan” en la sociedad (como si alguna vez hubiesen estado insertos en algún sistema laboral) la sagrada y sabelotodo opinión pública se queja porque los tiene que ver tratando de hacer algo con su vida o reincidiendo en el delito. Pero pongámonos una vez en el lugar del condenado. Y no para victimizarlo porque es también por obra de sus actos, en la mayoría de los casos, el lugar en el que está (aunque algunos nacen más condenados que otros en este sistema). Si existe en él una voluntad de estar en una situación mejor, en un sistema más justo, ¿por qué impedirlo? Las leyes no son la justicia, y la “Justicia” está manejada por personas que no viven la misma realidad que nosotros. Tratemos, entonces, de profundizar un poco sobre lo que nos preocupa. Tenemos que ver que ahora mismo hay personas que viven un infierno en la tierra y, en su mayoría, podrían cambiar su elección de vida por otra si se les diera la posibilidad. Por supuesto, también sufren las víctimas del delito; pero apostemos por una vez a una nueva sociedad, adonde tengamos tiempo para conocer, esparcirnos, estudiar y, sobre todo, ocuparnos de nuestros problemas como siempre debimos haber hecho.
Fonte: Organízate y lucha, no. 28, Mendonza/Argentinna - socderesistenciamza.blogspot.com
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