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del diccionario de Filosofía Herder.
Filósofo
francés contemporáneo cuyo pensamiento se inscribió inicialmente en el
movimiento estructuralista y en las llamadas filosofías de la muerte del
sujeto, aunque su pensamiento, creador e iconoclasta, es inclasificable. De él
dijo Michel Foucault que era “el único espíritu filosófico de Francia”, y que
el siglo XX sería deleuziano. Estudió filosofía con F.Alquié, G. Canguilhem, M.
Merleau-Ponty y J. Hyppolite en la Sorbona. Ejerció como profesor de filosofía en
varias ciudades de provincias, y posteriormente simultaneó su docencia en París
y en Lyon.
Desde
1969 fue profesor de filosofía en la universidad París VIII - Vincennes, hasta
su jubilación en 1987, fecha en la que pasó a ser profesor emérito. Una de sus
últimas actividades fue la de colaborar con la cadena de televisión ARTE
narrando su visión del mundo a partir del abecedario. Afectado por una grave
insuficiencia respiratoria, se suicidó el sábado 4 de noviembre de 1995
lanzándose por la ventana de su apartamento de la avenida de Niel en París.
Esta muerte trágica se suma a la muerte de Foucault (que murió en 1984 víctima
del sida), al suicidio de Guy Debord y de Nikos Poulantzas y a la muerte de
Althusser (murió en 1990 ingresado en un psiquiátrico después de haber asesinado
a su mujer), y cierra un sombrío destino de la llamada escuela de París de los
años 60-80.
Según
Deleuze, la tarea de la filosofía actual es la de pensar las condiciones que
hacen posible la aparición de las nociones mismas de ser y de sujeto que están
en la base de la filosofía moderna, la cual, a su vez, surgió por la necesidad
de fundamentar el ser en el sujeto debido al fin de las
metafísicas del ser que se produjo al final de la Edad Media. Esta
investigación sobre la aparición de las características de la modernidad
entendidas a partir de la aparición de la noción de sujeto, Deleuze la comparte
con autores como Foucault, por ejemplo, y la efectúa bajo la inspiración de
Nietzsche (y, en parte, de Heidegger, aunque Deleuze considera que el pensamiento
heideggeriano sobre la diferencia ontológica es un retroceso respecto de
Nietzsche). Se trata de mostrar que hay un fundamento anterior al ser y al
sujeto, y al ser como sujeto. Se trata, pues, de desconstruir (aunque esta
terminología no es deleuziana) la subjetividad y criticar la idea según la cual
el sujeto y su representación son el punto de partida y el fundamento. Con ello
aborda una nueva forma de pensar, en tanto que se trata de pensar lo no-pensado
y velado por la lógica de la identidad.
Esta
forma de pensar, que en Deleuze se desarrolla a partir del estudio minucioso de
grandes filósofos (su primera producción filosófica son una serie de
monografías sobre el materialismo de Lucrecio, el panteísmo de Spinoza, el
empirismo de Hume, el vitalismo de Bergson, el pensamiento de Kant y el de
Nietzsche), se desarrolla a partir de la crítica de la línea de pensamiento que
va desde Platón a Hegel pasando por el cristianismo y Descartes, y que se ha
basado en el dualismo entre materia y espíritu. Contra este dualismo Deleuze
reivindica el proyecto nietzscheano de la inversión del platonismo, y una
concepción de lo real entendido como formado por una multiplicidad de planos
sin cabida para aquel dualismo ni para un pretendido privilegio del sujeto como
polo de referencia. Esta crítica del dualismo la sustenta Deleuze en el
vitalismo de Bergson (hasta el punto de que puede considerarse a Deleuze como
el desarrollador del bergsonismo), y en el vitalismo de Nietzsche (que Deleuze
contribuyó a su revitalización como pensador, y fue uno de los grandes
impulsores del renovado interés por este pensador). El élan vital
de Bergson, como el eterno retorno nietzscheano aparecen como
afirmaciones incondicionales de la vida frente al pensamiento negativo de raíz
platónica, cristiana y que culmina en las nociones de alienación y dialéctica
en Hegel. En lugar de la negación de la negación, Deleuze, siguiendo la crítica
nietzscheana al hegelianismo, sustenta la afirmación de la afirmación. Por ello
la filosofía no puede limitarse a ser crítica, sino que ha de ser creadora de
valores nuevos, y efectuar aquella tarea de pensar lo no pensado, así como
pensar las bases de la aparición del privilegio metafísico del ser entendido
como identidad, y el privilegio del sujeto. Si en la demolición del dualismo de
raíz platónica Deleuze se inspira en Nietzsche, la puesta en cuestión del
principio de identidad y del papel del sujeto se inspira en sus estudios sobre
el empirismo de Hume (que, a su vez, es uno de los puntos de partida de la
filosofía de Bergson).
Deleuze
muestra que lo que aparece tras la subjetividad no es la antigua noción de el ser,
sino la diferencia; el ser como diferencia, el ser como tiempo.
El tema de la diferencia es el núcleo del pensamiento de Deleuze, el cual considera
que la noción imperante de subjetividad y de identidad es la que ha
imposibilitado el pensamiento de la diferencia. La elaboración de un
pensamiento de la diferencia, no subordinado a la identidad, implica una
relectura de la historia de la filosofía ya que, según Deleuze, en filósofos
tales como Lucrecio, Spinoza, Leibniz, Hume, Kant, Nietzsche y Bergson ;
en literatos como Proust, Sacher-Masoch o Kafka; en determinados aspectos de la
noción psicológica de inconsciente y en pintores como Bacon, se definen
implícita o explícitamente aspectos clave del ámbito de la pre-subjetividad (la
duración bergsoniana, por ejemplo, que es constitutiva del sujeto). De ahí la
serie de estudios monográficos que Deleuze elabora sobre los autores
mencionados. Así, por ejemplo, analiza la filosofía de Hume y con él se
pregunta ¿cómo es posible que a partir de lo dado pueda construirse el sujeto?
Como Hume, considera que son los hábitos quienes lo constituyen pero, entonces,
son éstos los que nos tienen a nosotros y no nosotros a ellos. En lugar de una
teoría de lo que hacemos debe elaborarse una teoría de lo que nos hace. Como
Bergson, afirmará que todo organismo es un conjunto de contracciones,
retenciones y esperas; un pliegue de la materia-imagen, del
tiempo-duración, pliegue que aparece como diferencia.
La
filosofía del ser y del sujeto basada en el ocultamiento de la diferencia ha
considerado dos tipos de diferencias: a) la diferencia conceptual e
intrínseca (según la cual x e y son diferentes cuando no pueden definirse de la
misma manera) y b) la diferencia no conceptual o extrínseca (según la
cual x y x' son diferentes por el hecho de no ocupar el mismo espacio, aunque
puedan definirse de la misma manera). En ese caso, la diferencia no conceptual
es concebida como repetición de lo idéntico, pero
Deleuze niega que la repetición sea la reproducción de una realidad originaria:
no puede haber una repetición no conceptual, de manera que la repetición no es
nunca una repetición de un modelo originario. De esta manera, pone en cuestión
las teorizaciones del principio de identidad y de la noción clásica de sujeto
que, para Deleuze, es siempre necesariamente heterogéneo, y su pensamiento, de
raíz bergsoniana, es el de lo cualitativo, fuera de toda cuantificación. Ello
no invalida la necesidad del estudio matemático, pero Deleuze señala dos
estructuras topológicas diferentes del espacio: la estructura estriada, que
procede de un punto de vista fijo, y la estructura lisa, que es el lugar del
devenir, del flujo y de las multiplicidades intensivas, que se correspondería
al mundo de un cuerpo sin órganos.
El
conjunto de las investigaciones y resultados de sus estudios los expone Deleuze
en sus obras fundamentales, tales como Diferencia y repetición (1968);
La lógica del sentido (1969, obra que trata una diversidad
temática, y en la que estudia autores como L. Carroll, los estoicos, Klosowski,
Gombrowicz, Joyce, etc.); El pliegue; Cine 1: la imagen
movimiento (1981); Cine 2: la imagen-tiempo (1985).
Obras, todas ellas, que han tenido una gran influencia en el pensamiento
contemporáneo, en autores como Foucault o Paul Virilio, por ejemplo. En
Diferencia y repetición Deleuze aborda la “cuádruple raíz de la
representación”: la identidad, la analogía, la oposición y la semejanza, y el
panorama ontológico que surge de este estudio no es ya el de un mundo poblado
por sujetos u objetos, sino por singularidades libres, asubjetivas y
preindividuales; intensidades virtuales bergsonianas, esencias espinozianas y
fuerzas nietzscheanas. En El anti-Edipo (1972), escrito en
colaboración con el ex psiquiatra Félix Guattari (nacido en 1930 y muerto en
1992), estudia otra de las condiciones de la pre-subjetividad, la noción de
inconsciente, y aborda la relación del psicoanálisis con la política y la
historia. En esta obra se afirma que el psicoanálisis, en tanto que se sustenta
en un modelo familiarista tradicional (lo que se manifiesta en la misma
importancia otorgada al complejo de Edipo), no es más que un instrumento de
represión, entre otros, incapaz de comprender la realidad del deseo individual,
que Deleuze y Guattari muestran multiforme, creador e imposible de canalizar.
De hecho la misma noción del complejo de Edipo es, según Deleuze-Guattari, una
manifestación de aquella noción viciada de la repetición: es el deseo actual
del sujeto como repetición alienada de una catexis originaria que lo sigue
atando a la madre e instituye el deseo como negatividad, de manera que todo
deseo ulterior será concebido como una repetición imperfecta de aquel primer
deseo originario. En contra de ello Deleuze y Guattari sustentan el carácter
plenamente afirmativo del deseo, y señalan que las repeticiones no son
reproducción de ninguna relación originaria fundante: no hay repetición de un
primer término. Por ello, contrariamente a los análisis clásicos que insisten
en la relación del deseo con la carencia (ésta es la interpretación de Platón
en El Banquete y Freud en el complejo de Edipo), Deleuze lo
presenta como orientado, de hecho, hacia la producción y la articulación de
soluciones inéditas: desear es transgredir las normas y hacer aflorar flujos
profundos. Por otra parte, no es el deseo el que se convierte en necesidad, es
todo lo contrario: son las necesidades las que se convierten en deseo. En Mil
mesetas (1980, segundo tomo de “Capitalismo y esquizofrenia”, obra de
la cual el Anti-Edipo es la primera parte), se prolonga esta concepción del
deseo y de la máquina deseante, el estudio de las estructuras
lisas y estriadas del espacio, y se dirige fundamentalmente a sus consecuencias
políticas.
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